Rara vez empiezo un libro y lo termino antes de empezar a leer, en simultáneo, otro; o, más bien, debería decir otros. Hay momentos en que estoy de humor estético y tomo una novela. Si me atrapa, sigo hasta que cambio de ánimo o hasta que alguien me induce a leer un ensayo. Cuando el tema me interesa mucho o el autor me brinda ideas nuevas o, tal vez, viejas, pero presentadas de una manera distinta, sigo con el ensayo. Si me aburre, dejo que se me caiga de la mano sin arrepentimiento. Esto último, de joven, no me ocurría. Mi criterio de entonces era castrense: disciplina ante todo. Lo que se empieza se termina. Con el tiempo, evolucioné. Si leo por placer, ¿por qué tengo que obligarme a leer una novela que no me gusta o que me genera una dosis de incredulidad que me impide adentrarme en la trama? Si el personaje no me resulta verosímil o, simplemente, está tan alejado de la manera en que se comportan las personas con las que me he cruzado en mi vida, abandono la empresa. Tanto en el cine como con los libros he descubierto que no me atraen los personajes especiales o únicos. Habiendo tantos libros para leer, no tiene sentido para mí, hoy, que el insidioso futuro me está preparando una emboscada, continuar con la lectura si la satisfacción no es plena.

Cuando, sin darme cuenta, sin saber por qué, un atardecer desciende sobre mí el embeleso, voy en busca de un poema o de una cita que, célebre o no, me haya cautivado, como para revivir el sentimiento de aquel instante precioso en que el gorrión de la belleza vino a comer de mi mano. Nada más lindo que volver a cubrirme de un estado de exaltación probado anteriormente, como quien escucha una y otra vez la melodía hermosa de la Suite No. 1 para violoncelo de Bach o el dúo de Rodolfo y Mimí al final del primer acto de La Bohème.

En estos momentos, estoy leyendo muchos libros de historia florentina del medioevo. La Nuova cronica, de Giovanni Villani, es mi preferido. Una vez que logré acostumbrarme al italiano arcaico de aquella época, el libro de Villani me dio y me sigue dando placer y conocimiento. Habiendo sido uno de los socios de un banco que cayó en quiebra, tiene un profundo conocimiento de los mecanismos de la política de Florencia, de economía, de finanzas públicas, brinda datos estadísticos respecto a la recaudación fiscal, a la deuda pública y a la población de la ciudad y los condados vecinos. Sabe, además, insertar los eventos contemporáneos dentro de la secuencia de antecedentes históricos que los precedieron y, al mismo tiempo, como actor en la política y en la economía del Siglo XIV, nos da una visión de primera mano de su patria. En varias oportunidades nos sumerge en las creencias de la época y en su devoción por la religión cristiana, cosa que no le impidió sostener el influjo de los astros sobre los acontecimientos da la vida florentina.

Como me ocurrió tantas veces en mi vida, me encuentro leyendo un libro de Stefan Zweig. Hay varios cuentos de él que estoy leyendo ahora. El que más más me ha gustado, hasta el momento, es Historia de un ocaso. Zweig relata, en su prosa llana y con la acostumbrada percepción penetrante que lo caracteriza, la caída en desgracia de Madame de Prie, la amante de Luis XV. Pasa de contar el estado de sorpresa inicial y la esperanza de que rápidamente se recompondría la influencia que tuvo en la corte a la toma gradual de consciencia por parte del personaje de que nadie preguntaba por ella, de que sus cartas no eran respondidas y, por fin, de que estaba envejeciendo y, presumiblemente, aquella belleza que le abría las puertas de París estaba menguando de manera ostensible.

Hace poco volví a abrir Othello y releí la escena 4.1 en la que lago termina de volverlo loco a Othello con sus insinuaciones y su cínica manipulación de las debilidades de su jefe. El juego de palabras con connotaciones diferentes para aprovecharse de las sutilezas del lenguaje a fin de envolver a Othello en su maliciosa red de intriga lleva a éste al cúlmine de la desesperación. “Lie on her” quiere decir mentir sobre asuntos de Desdémona. “Lie with her” tiene el significado sexual de yacer sobre ella. Cuando Othello lo conmina a definirse, lago le responde haciéndose el desentendido, como si la diferencia no tuviera importancia. “With her, on her – what you will”, “Yació sobre ella, mintió sobre ella – lo que quiera”. El colapso emocional de Othello al final de la escena es el momento triunfal de Iago.

También sigo avanzando en la lectura de Capitalism¸Socialism and Democracy, el clásico del austríaco Joseph A. Schumpeter en el que introduce el célebre concepto, que caracteriza al capitalismo, de “destrucción creativa”. En otras palabras, que es inherente al capitalismo que nuevas industrias y tecnologías vayan destruyendo a las viejas que no supieron o no pudieron adaptarse a situaciones emergentes y que eso le da la vitalidad que tiene. Si de este clásico de la literatura económica hubiera surgido solamente ese concepto, eso solo habría bastado para darle renombre a Schumpeter, pero el libro está repleto de observaciones sagaces y originales, además de contener algunas frases literariamente bellas, citas de Cicerón y un estudio minucioso del marxismo. Me llamó mucho la atención que, en los primeros capítulos, Schumpeter busca entender cómo se produjo la capacidad de una ideología tan extravagante como el marxismo de resultar atractiva a las masas. Mutatis mutandis, lo mismo que el austríaco dice del marxismo podría aplicarse al populismo. Cito algunas de los escolios marginales que escribí: “El marxismo es una religión”, es un “…sistema de fines últimos que encarnan un sentido para la vida”. Brinda “…estándares absolutos mediane los cuales se pueden juzgar los eventos y las acciones”. “Marx fue un profeta que anunció un paraíso terrenal y un sentido a la vida” (reemplácese “Marx” por el nombre de cualquier otro líder populista o socialista como Fidel Castro, Perón, Maduro, Chávez, Cristina Kirchner, etc. y la frase será perfectamente aplicable a esos personajes). Y aquí viene una de mis preferidas: Marx “…formuló el sentimiento de sentirse oprimido y maltratado, que es la antropocéntrica actitud de los muchos sin éxito”.

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